Julián Trullén
Para John Wooden, famoso jugador y entrenador de baloncesto que se retiró después de 40 años como entrenador, dejando un récord sin comparación en este deporte, el éxito «es la paz mental que nace como resultado natural de la íntima satisfacción lograda al saber que uno hizo lo mejor que pudo para convertirse en lo mejor que uno es capaz de ser». Según Wooden, solo una persona puede juzgar su propio éxito. El éxito no es la perfección, es dar el 100% a través de nuestra alma, nuestro cuerpo y nuestra mente.
Desde nuestra experiencia, el éxito del equipo debe partir irrenunciablemente del éxito individual, del propio poder individual. Cada persona de nuestro equipo es responsable de su éxito y de su mayor nivel de desempeño. Y el líder debe crear las condiciones para ello. Para Wooden y también para nosotros, «ningún edificio puede ser mejor que los fundamentos que soportan su estructura, y ningún hombre puede ser mejor de lo que permita su formación o su aprendizaje». De hecho, desde nuestra concepción del ser humano, desde nuestras experiencias condicionantes y aprendizajes, desde nuestros deseos o nuestros miedos nos expresamos en forma de comportamientos, lenguaje, gestos, etc. Llevándolo al ejemplo de los idiomas, no podrá «salir chino» por nuestra boca si antes «no ha entrado (aprendido) chino». El éxito no es casual sino el resultado de la pasión y la preparación, incluso no considerarlo es prepararse para fracasar.
Para el éxito del equipo, el líder necesita generar un espacio para el éxito individual. Tiene que visualizar y desear el éxito individual. El espacio de empoderamiento tiene que ver con crear un espacio para que las personas sean capaces de dar lo mejor de sí mismas y tener éxito. Empoderar tiene que ver con creer en el potencial (de aprender) del otro, y el líder debe crear un espacio donde pueda aflorar ese poder individual. No ser capaz hoy de alcanzar un resultado no me convierte en incapaz (permanente), ya que está demostrado científicamente que el cerebro tiene una característica: la neuroplasticidad. Está demostrado que nuestro cerebro cambia todos los días, en cada instante, es decir, es capaz de generar nuevas conexiones cerebrales y por lo tanto de aprender. Como demuestra la neurociencia, estamos creados para crear y aprender. Para aprender necesito la humildad del “no sé” y la pasión del “desear y querer”. Y no nos olvidemos de la técnica del “excelente” y las 10.000 horas de práctica.
Dar el poder a los colaboradores, estar al servicio del equipo, desarrollar la colaboración, es uno de los principales retos por abordar por parte de los líderes en estos momentos según hemos extraído del I Barómetro Nacional de Liderazgo ® Estrem. Y no es fácil para la cultura organizacional de managers en la que hemos aprendido «dar poder» a tu equipo. La necesidad inconsciente de “dar la solución ya”, el no sostener ni soportar el “no sé” imprescindible para crear nuevas vías de solución. El miedo a perder «el sillón» si otros saben más que yo, pensar que es más importante la tarea operativa que el apoyo y la relación con el equipo, pensar que me valoran más por lo que sé, que por lo que tengo que liderar o crear, estar más “jodidamente cómodos” apagando fuegos y en el estrés, que dando espacio de confianza y tranquilidad… todas ellas son algunas de las barreras para dar el salto y liderar.
Por ello, estar “jodidamente cómodos” en la operativa todo el día o liderar… te proponemos un ejercicio de reflexión: ¿de qué te debes de desapegar para das más poder a tus colaboradores? ¿Qué deberías repensar de tus creencias o formas de funcionar?
Y deberías ser consciente de que si tu equipo espera que decidas tú, el límite del equipo estará en ti, no en el trabajo colaborativo de tu equipo.